Justicia Social: Entre la Responsabilidad y la Misericordia

Escrito por Rubén Felix Galvano 


El gran desafío de la sociedad es distinguir entre quienes realmente necesitan ayuda y quienes podrían valerse por sí mismos, pero no lo hacen. La tensión entre la justicia retributiva, que asigna a cada uno según su esfuerzo, y la justicia social, que busca garantizar lo básico para todos, es un debate vigente en los medios de comunicación, los parlamentos y las aulas de todo el mundo.


La Biblia dice: "El que no trabaja, que no coma", según 2 Tesalonicenses 3:10. Esta afirmación centra el deber en la responsabilidad individual. En algunas versiones, se añade "dentro de sus posibilidades" o "dispuesto a trabajar" (NTB), mientras que en la versión BJ se usa el verbo "querer".

Pero la misma Biblia aclara: "Misericordia quiero y no sacrificio", resaltando la compasión (Oseas 6:6; Mateo 9:13). Algunas versiones traducen este concepto con las palabras "amor" o "lealtad". Entonces, ¿dónde radica la justicia?Un sistema basado únicamente en la retribución resulta cruel, mientras que un sistema basado en la misericordia sin sabiduría es absurdo y propenso al abuso. ¿Cómo se garantiza el equilibrio? ¿Es posible analizar cada caso particular en un mundo donde más del 50 % de la población vive en pobreza?

No existe una solución absoluta dentro del sistema capitalista actual, ya que este mismo genera desigualdades estructurales. El capitalismo global depende de la mano de obra barata y de estas desigualdades, lo que provoca constantes migraciones. Esto se debe, en gran parte, al abuso de los territorios desarrollados sobre los menos desarrollados, ya sea a través del imperialismo, el colonialismo o el neocolonialismo.


Siglos de colonialismo, explotación económica y políticas globales han enriquecido a ciertos países, pero cabe preguntarse: ¿qué sería de Estados Unidos sin la esclavitud? ¿Qué sería de Europa sin el oro de América y África?

Entonces, cuando hablamos de justicia retributiva, estamos enunciando algo que no existe. ¿Dónde se encuentra en un contexto de saqueo, abuso y esclavitud? Muchos son pobres porque otros, en su lugar, debían ser ricos. ¿Y dónde está el mérito en ello?


Ahora, el problema de la justicia social en un mundo capitalista puede resumirse en cinco puntos:

1. Los Estados más ricos tienen mayor capacidad para garantizar justicia social y oportunidades porque han acumulado riquezas a lo largo de la historia, a menudo a costa de otros territorios.

2. Los Estados más pobres no tienen los recursos para hacerlo; además, enfrentan fuga de cerebros, problemas con la continuidad democrática y dependencia económica de organismos internacionales.

3. Las migraciones son una forma espontánea de justicia social, pero generan tensiones en los países receptores y reacciones xenófobas.

4. La pobreza y el desempleo tienen causas globales. No siempre se deben a la falta de esfuerzo; no podemos afirmar esto cuando existen el trabajo esclavo, el trabajo infantil y la explotación laboral por parte de empresas internacionales, muchas veces con la complicidad de los Estados nacionales.

5. Solo los países ricos brindan asistencia a través de donativos o préstamos internacionales, pero estos no siempre se utilizan adecuadamente. Además, no existe un control efectivo sobre los organismos internacionales, que en muchos casos financian condiciones de explotación en los países no desarrollados.


La justicia social es espiritual


La Iglesia Primitiva encontró una solución que funcionó, porque no solo era un modelo económico, sino también una transformación espiritual y comunitaria. Su éxito no radicaba únicamente en el reparto de bienes, sino en que la comunidad estaba unida por una fe profunda y un compromiso mutuo. El amor y la responsabilidad reemplazaban a la ley, convirtiéndose en las bases de la convivencia.

Karl Marx lo menciona en La ideología alemana, pues, en términos puramente económicos, el cristianismo primitivo superó el modelo romano basado en la esclavitud y la explotación. La comunidad cristiana ofrecía seguridad, alimento y consuelo incluso en tiempos de persecución, mientras que el Imperio romano solo protegía a los privilegiados.

Pero este modelo no es viable en el capitalismo, ya que este sistema se basa en la propiedad privada y la acumulación de capital. No es posible que una comunidad de bienes funcione en la actualidad bajo nuestras leyes. Sin embargo, no se trata solo de una cuestión legal; el sentido de comunidad se ha perdido. Hoy en día, la identidad es individual y el consumo resulta más tangible que el prójimo.

También debemos considerar que todos los intentos modernos han fracasado: los kibutz en Israel, algunas comunas cristianas y los sistemas comunistas. ¿Por qué? Porque lo han intentado sin los principios espirituales. Eso es lo que Marx no vio: quiso copiar la idea sin el ideal. Muchos autores comunistas, así como Rosa Luxemburgo y Gramsci, han citado a la Iglesia Primitiva y han hablado de ella como un organismo económico, olvidando que, ante todo, era una comunidad espiritual.

Pero Cristo sigue siendo la solución. Ahora bien, no se trata de imitar la estructura social de la Iglesia Primitiva, sino de comprender lo que nos quiso enseñar: un modelo de justicia social basado en el servicio, la responsabilidad mutua y el amor de Cristo. No es solo justicia social, sino también unión espiritual, cimentada en la solidaridad activa. Esto implica actuar sin depender del Estado, apoyando a los vulnerables, pero no para generar dependencia, sino para que trabajen con responsabilidad en su propio crecimiento, con la salvación como meta común.

Encontrar un equilibrio entre justicia social, responsabilidad y crecimiento espiritual no es fácil. Sin embargo, es necesario ayudar y motivar, porque ninguna solución económica puede desligarse de lo social y lo espiritual. La justicia ama al prójimo, y precisamente por ese amor, no busca solo asistencialismo.

La Iglesia Primitiva lo logró porque Jesús era el centro. El marxismo y el comunismo comprendieron la estructura de la comunidad y la redistribución de los bienes según la necesidad, pero sin el elemento espiritual que daba sentido a la comunidad. Por eso, cuando los sistemas comunistas intentaron aplicarlo, terminaron imponiéndose por la fuerza, convirtiéndose en burocracias opresivas y dictaduras.

La Iglesia no transforma al mundo a través de sistemas económicos ni estructuras políticas, sino mediante el amor. Cuando la justicia nace del amor verdadero, es genuina y sostenible. Porque cuando Cristo cambia los corazones, no hay necesidad de imposiciones.

Entendemos que la Iglesia Primitiva existió en un contexto histórico determinado, sin Estados nacionales ni modelos económicos capitalistas, y con necesidades distintas a las actuales. También es cierto que muchas personas, debido a las injusticias de la vida, necesitan asistencia permanente, y que esta acción tiene un componente político. Sin embargo, la Iglesia debe abordar estas circunstancias desde una perspectiva distinta, ya que la política muchas veces busca votos, no soluciones. En un mundo donde la justicia social suele estar condicionada por intereses políticos y económicos, la Iglesia está llamada a actuar desde el amor y la responsabilidad, transformando vidas en lugar de estructuras.




Comentarios

Entradas populares