El Kirchnerismo: entre el relato, el progreso tangible y las contradicciones del poder
Escrito por Rubén Felix Galvano.
Desde su irrupción en 2003, el kirchnerismo ha sido uno de los fenómenos políticos más significativos y controversiales de la Argentina contemporánea. Surgido tras la crisis del 2001, se presentó como una versión renovada del peronismo, pero algunos analistas, como el economista Claudio Katz, lo definieron más adecuadamente como una forma de progresismo latinoamericano, con tintes nacionales y populares, pero también con elementos de modernización estatal y reformismo moderado.
El kirchnerismo no solo construyó un relato simbólico y épico, sino que se apoyó en acciones concretas que impactaron en la vida cotidiana de la población: creación de nuevas universidades públicas en el conurbano y zonas históricamente postergadas, lanzamientos satelitales como el ARSAT, construcción de rutas, impulso a la industria nacional, incremento del salario real y políticas de reactivación económica en el marco de un contexto internacional favorable. Sin embargo, estos logros tangibles conviven con un estilo de gobierno marcado por la concentración de poder, una cultura política que desincentiva el disenso, y una red estructural de corrupción que carcomió las instituciones y la credibilidad de sus propios discursos.
1. Entre el progresismo y la centralización del poder
A diferencia del peronismo tradicional, el kirchnerismo adoptó elementos progresistas, como la ampliación de derechos civiles (matrimonio igualitario, identidad de género), una activa política de derechos humanos y una visión nacionalista crítica del neoliberalismo. Pero estos avances convivieron con prácticas profundamente clientelares, caudillistas y de control verticalista, propias del viejo estilo político argentino.
Si bien fue presentado como una "nueva política", rápidamente se convirtió en una fuerza que utilizó los mismos mecanismos que decía combatir: manipulación institucional, subordinación del poder judicial, uso del aparato estatal para consolidar hegemonías y silenciamiento de voces críticas.
2. El relato kirchnerista: mito, emoción y realidad
El kirchnerismo construyó un relato poderoso, que no sólo interpretó la historia argentina desde una óptica de confrontación —pueblo versus oligarquía, Nación versus corporaciones— sino que apeló a la emocionalidad y a una narrativa épica. A diferencia de otros gobiernos, el kirchnerismo supo comunicar logros concretos en forma simbólicamente poderosa: la repatriación de científicos, la recuperación de YPF, la Asignación Universal por Hijo, los planes de conectividad como Conectar Igualdad y el despliegue satelital, dieron sustento a esa narrativa.
Este relato no fue un invento vacío: se apoyó en políticas reales. Pero el problema radica en que esas acciones fueron progresivamente utilizadas como escudo para ocultar o justificar prácticas antidemocráticas, hechos de corrupción y un ejercicio abusivo del poder. En ese sentido, el relato funcionó tanto como constructor de identidad como mecanismo de encubrimiento.
3. Avances y retrocesos sociales
En términos sociales, el kirchnerismo logró mejorar indicadores clave durante los primeros años: reducción de la pobreza y el desempleo, mejora de los ingresos reales y del acceso a servicios básicos. También favoreció la participación política de sectores postergados, con una fuerte presencia de juventudes militantes en organizaciones sociales y partidarias.
Pero con el paso del tiempo, la inclusión se volvió dependencia. La proliferación de planes sociales no fue acompañada por una estrategia de desarrollo productivo sostenible, y muchos programas fueron utilizados como herramientas de control político, más que como instrumentos de movilidad social real.
Además, en los últimos años de gobierno, la inflación, el estancamiento del crecimiento y la presión tributaria agobiante comenzaron a deteriorar los avances logrados, generando una nueva ola de exclusión y desconfianza.
4. Corrupción estructural y desgaste institucional
Uno de los aspectos más devastadores del legado kirchnerista ha sido el desmantelamiento de mecanismos de control institucional. La corrupción no fue anecdótica, sino estructural: empresas constructoras del círculo íntimo, sobreprecios en obras públicas, lavado de dinero, el uso de hoteles familiares como vehículos de facturación ficticia, y un aparato de impunidad que impidió la sanción de estos delitos.
Casos como los bolsos de José López, las operaciones de Lázaro Báez y las causas contra la propia vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner marcaron a fuego la imagen del movimiento, incluso entre votantes afines que se sintieron defraudados.
5. Cultura política y polarización
La “batalla cultural” fue uno de los frentes preferidos del kirchnerismo. A través de la Ley de Medios, la creación de medios públicos partidizados, el fomento a artistas y proyectos afines, y la persecución mediática de opositores, se buscó controlar el discurso público. Se instaló la idea de que todo cuestionamiento al gobierno era una operación de “Clarín” o de “la derecha”, sin reconocer la legitimidad del disenso.
El uso de recursos públicos para sostener medios militantes, periodistas oficialistas y campañas de comunicación distorsionadas debilitó el pluralismo y socavó el sentido crítico en amplios sectores de la población. El relato kirchnerista no sólo intentó escribir una versión conveniente de la historia reciente, sino también intervenir en la formación del sentido común colectivo.
Uno de los daños más persistentes que dejó el kirchnerismo fue el de una cultura política profundamente dividida y maniquea. El uso del antagonismo como herramienta de movilización llevó a una polarización social intensa. La disidencia fue deslegitimada como "odio", la crítica considerada "traición" y la oposición rotulada como "enemiga del pueblo".
Bibliografía:
Sarlo, Beatriz. La audacia y el cálculo. Buenos Aires: Sudamericana, 2011.
Bonasso, Miguel. El Mal. El modelo K y la Barrick Gold. Buenos Aires: Planeta, 2009.
Lanata, Jorge. 10K: la década robada. Buenos Aires: Planeta, 2014.
Laclau, Ernesto. La razón populista. Fondo de Cultura Económica, 2005.
Levitsky, Steven y Murillo, María Victoria. Cambio y continuidad en América Latina: política y políticas públicas. Harvard University Press, 2011.
Documentales:
“El fiscal, la presidenta y el espía” (Netflix, 2020).
“La década robada” (TN, 2013).
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