Del esfuerzo a la explotación: la historia del trabajo y la justicia social



Escrito por Rubén Felix Galvano 

El trabajo ha sido, desde tiempos inmemoriales, un aspecto fundamental en la existencia humana. En la antigüedad, era sinónimo de supervivencia, ya que las personas dependían de su capacidad para cazar, recolectar y, posteriormente, cultivar la tierra para garantizar su sustento. Esta relación esencial entre el trabajo y la vida se encuentra reflejada en numerosos relatos históricos y religiosos, incluyendo la Biblia.


En el relato bíblico del Génesis, Dios encomienda a Adán la tarea de labrar y guardar la tierra (Génesis 2:15). Este mandato divino no solo establece el trabajo como una obligación, sino también como una responsabilidad inherente a la existencia humana. Con la expulsión del Edén, el trabajo adquiere un carácter aún más arduo: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Génesis 3:19), reforzando la idea de que la labor es un medio fundamental para la subsistencia.


A lo largo de la historia, el trabajo ha evolucionado en paralelo con el desarrollo de la técnica y las herramientas. En las primeras civilizaciones, la agricultura y la domesticación de animales marcaron el inicio de sociedades más organizadas, lo que llevó a la diversificación de oficios y la especialización laboral. Con el tiempo, la invención de herramientas más avanzadas permitió aumentar la productividad y transformar la relación del ser humano con su entorno.



A medida que fueron apareciendo las primeras sociedades letradas, luego de los primeros sistemas escritos, surgieron las leyes sociales que salvaguardaban el trabajo y prohibían la explotación. Aunque en las sociedades estratificadas existía la esclavitud, estas normativas sentaron las bases de lo que hoy conocemos como justicia social. Los códigos legales, como el Código de Hammurabi en Mesopotamia, establecían regulaciones sobre el salario, las condiciones laborales y la protección de los trabajadores.


También en Sumeria, durante el siglo XXI a.c. Las leyes De Ur-Nammu, se estableció uno de los primeros códigos legales, que establecía ciertos derechos hacia las mujeres, castigos equitativos, protección contra la opresión económica. Aún en el antiguo Egipto existían ciertas normas para la repartir comida en tiempos de hambre , el “Ma’ At”; o normas para proteger a los trabajadores. 



En la Biblia, existen leyes del pueblo de Israel que reflejan principios de justicia social que buscaban proteger a los más vulnerables como por ejemplo:


Protección de los pobres y extranjeros: Levítico 19:9-10 ordena dejar parte de las cosechas para los necesitados.


Regulación del trabajo: Pago justo y oportuno al jornalero (Deuteronomio 24:14-15).


Cancelación de deudas: Cada 50 años, el año del Jubileo (Levítico 25:8-10) liberaba esclavos y perdonaba deudas, evitando la acumulación extrema de riqueza.


Prohibición de la usura: No se debía cobrar intereses a los compatriotas en necesidad (Éxodo 22:25).


Por lo tanto se puede ver la relación entre la equidad y la misericordia, Con el mandato divino, parte del pacto con Dios.


En la antigüedad a medida que crecía el trabajo, aparecían las riquezas y el poder, aparecieron términos como el Ma’ At en el antiguo Egipto que significa verdad y justicia, el concepto de diké en la filosofía griega que trataba de la armonía social y la distribución de los bienes, el ren en la filosofía de Confusio que exigía la práctica De la benevolencia con los más pobres y Tzedaká y Mishpat (Israel bíblico). En la tradición hebrea, la justicia (mishpat) y la rectitud (tzedaká) eran principios fundamentales, reflejados en la Ley de Moisés, que protegía a los más vulnerables y promovía el reparto equitativo de la tierra y los recursos (por ejemplo, el Año del Jubileo en Levítico 25).


Podemos decir que lo que hoy conocemos como justicia social, son una serie de conceptos éticos que han existido siempre, para darle una mano amiga al trabajo motor de la historia. Todos estos conceptos buscaban cuidar al desfavorecidos.



Con el feudalismo la justicia social se entendía dentro del orden jerárquico donde cada estamento (nobleza, clero, campesinos) tenía un rol en la sociedad y la iglesia católica se hizo cargo de la “caridad”, como también de justificar la explotación. Aunque algunos sacerdotes como Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) desarrolló la idea de la justicia distributiva, basada en el equilibrio y la equidad en la distribución de bienes.


Que el sistema social del feudalismo fue profundamente injusto, lo que provocó múltiples rebeliones campesinas. Con el renacimiento apareció el Humanismo y la Reforma protestante. Sin embargo aunque hubo intentos de cambiar algunas cosas, no pudieron frenar la explotación de los más débiles. 


Desde la Edad Media hasta la revolución industrial, hubo un aumento de las injusticias, con nuevas justificaciones ideológicas para la dominación de unos sobre otros.



Podemos decir que, con la acumulación de dinero a través de la explotación, la colonización y la esclavitud, el modo de trabajo fue cambiando hasta llegar a la época industrial, donde la explotación laboral se convirtió en la norma. Esto dio lugar a las luchas obreras, la aparición del comunismo, los movimientos de izquierda y las primeras legislaciones laborales. A partir de este momento, el concepto de justicia social se vuelve sinónimo de legislación laboral, derechos humanos y civiles.


Con la aparición del Estado de Bienestar, esta idea se afianza: la justicia social ya no solo implica derechos obtenidos, sino también consumo. Dentro del capitalismo, la dignidad se paga en 12 cuotas o con una oferta en el mercado.



Entendemos que la colonización permitió la Revolución Industrial, haciendo que la justicia social pasara de ser un acto de misericordia o simples leyes contra el maltrato a convertirse en una lucha por derechos que hoy consideramos básicos. Del mismo modo, el Estado de Bienestar transformó la justicia social, pasando de garantizar derechos esenciales a integrarnos como consumidores.


Sin embargo, en el siglo XXI, la justicia social parece haber perdido su propósito. Ya no hay un enemigo claro que vencer ni una alternativa de vida que desafíe el sistema. Por lo tanto, hoy la justicia social se reduce a dinero y acumulación, lo que ha dado lugar a una creciente precarización laboral, un nuevo laissez-faire y una forma de oscurantismo moderno.


Si la justicia social hoy se reduce a consumo y acumulación, ¿hay posibilidad de una nueva transformación o hemos llegado a un punto sin retorno? A lo largo de la historia, la justicia social ha surgido como respuesta a la explotación. Si el siglo XXI no tiene un enemigo claro que vencer, ¿será el propio sistema el que deba reformarse para evitar el colapso? En última instancia, si la justicia social ha sido siempre una construcción humana, entonces su futuro depende de nuestra capacidad para redefinirla y exigirla en nuevas formas.


Si en la antigüedad se entendía que la justicia debía equilibrar el trabajo y la dignidad humana, ¿cómo es posible que hoy, con todos los avances, volvamos a un sistema de explotación disfrazado de progreso? La justicia social no es un ideal perdido, sino una necesidad urgente. Si no la defendemos, ¿qué tipo de mundo estamos construyendo?




Porque enfrentar un mundo sin justicia social es renunciar a un logro milenario de la historia. Si no ponemos freno a los pioneros de la logística de un mundo feroz, sin derechos ni corazón, les estamos diciendo al dinero que es lo más importante, y que el otro, el prójimo, el necesitado, que no importa. Todos somos víctimas de los usureros que acumulan capital para ser enterrados como los faraones, sin darse cuenta de que nuestro planeta es finito, y que cuando fuimos creados, fuimos llamados a guardar y labrar en amor y hermandad.


Comentarios

  1. No estoy delante de nadie como para defender puntos de vista, y sin embargo, estoy de acuerdo en que el comsumo se ha convertido en algo fundamental para la historia. De esta forma, podiamos en algun momento de los años, darnos cuenta de que la respuesta del ciudadano no llegaria mucho antes que la respuesta de aquellos con una estabilidad economica rebosante.
    Pero el projimo siempre se tuvo que haber puesto en las primeras necesidades.

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