Reflexión sobre las claves para gobernar y guiar.

Escrito por Rubén Felix Galvano 




La realidad es que un cargo político electo otorga legitimidad y legalidad, pero no garantiza gobernabilidad ni excelencia. La legalidad proviene de la ley, que establece un proceso democrático que confiere legitimidad. Por lo tanto, la ley y el respaldo popular otorgan la autoridad para gobernar dentro del marco legal.



Gobernar no es simplemente la capacidad de hacer lo que se quiere por cualquier medio. Uno es elegido bajo juramento y dentro de una normativa vigente. La capacidad de gobernar se asemeja más a la de un guía que a la de un arriero.



Al manejar un automóvil con GPS, la capacidad del conductor es crucial para llegar al destino, más allá de la calidad del vehículo o la precisión de las coordenadas. Así como el conductor debe preparar el vehículo para el viaje, inflando las ruedas y asegurándose de tener combustible y agua, el gobernante también debe estar preparado y tomar decisiones acertadas.

La gobernabilidad requiere preparación, capacidad de gestión y toma de decisiones que guíen en lugar de obligar. El representante electo se convierte en un guía que sacrifica su individualidad por el beneficio colectivo. Un gobierno sin humildad, legalidad y ética puede convertirse en un autoritarismo encubierto o un acto de corrupción.



Para buscar el bienestar colectivo, la transparencia, la responsabilidad y la confianza son fundamentales. Un gobernante que no escucha a la ciudadanía, tanto a quienes lo votaron como a quienes no, está cometiendo una mala praxis social, un acto de negligencia.

La participación ciudadana y la escucha activa son esenciales para una buena gobernanza. La interacción abierta fortalece la confianza y enriquece la toma de decisiones al incorporar diversas perspectivas.

En conclusión, la gobernabilidad efectiva va más allá de la legitimidad y la legalidad; requiere un compromiso constante con la humildad, la transparencia y la ética. Los líderes electos no son meros conductores de un vehículo, sino guías que deben prepararse diligentemente para el viaje, tomando decisiones informadas y escuchando las voces diversas de la ciudadanía. La responsabilidad de gobernar no se limita al cumplimiento de un mandato legal, sino que implica una conexión genuina con la sociedad. Solo a través de la participación activa, la escucha atenta y la honestidad, podemos construir un camino hacia un bienestar colectivo duradero y significativo.

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